Este es el slogan de aquellos que defienden la enseñanza musical en las escuelas públicas de los Estados Unidos. Y el público ha empezado a darse cuenta de este hecho tras la reciente investigación de Gordon Shaw y Frances Rausher en la Universidad de California, en la que se ha demostrado que el razonamiento temporal-espacial de los niños mejora sensiblemente cuando reciben una formación musical.

Al experimentar con diferentes tipos de música, estos investigadores llegaron a la conclusión de que la música de Mozart era particularmente efectiva para aumentar las capacidades de razonamiento.

Al día siguiente de publicar su descubrimiento, las tiendas de música de algunas ciudades informaron del incremento de las ventas de la música de Mozart.

Se había encontrado un riquísimo filón, el llamado “efecto Mozart”, comenzaron a escribirse artículos en los periódicos nacionales al respecto y algunas empresas vendían a Mozart como el producto para aquellos padres ansiosos de mejorar las notas de matemáticas de sus hijos.
Por mucho que esta explotación comercial nos parezca odiosa, merece la pena hacerse la pregunta

¿NOS HACE LA MÚSICA MÁS INTELIGENTES? Pero a ésta le siguen otras muchas. En realidad ¿Que significa más inteligentes? ¿Qué tipo de música? ¿Escuchar? ¿Analizar? ¿Interpretar?¿Cantar?¿Cuánta música?¿A qué edad es más profundo el efecto?.

Música e inteligencias.


Veinticuatro años de enseñar niños me han convencido: la música nos hace más inteligentes. A pesar de que yo no lo expresaría de esta forma, como si la música fuese una píldora que produce un efecto uniformen los que la toman. Quizás es más adecuado decir que nuestro cerebro y nuestro cuerpo crecen de una manera diferente cuando la música forma parte de nuestra vida, cuando los niños cantan, recitan, bailan, tocan, exploran, varían, improvisan, imaginan y componen. Orff habla de esto cuando dice que “a través de la música se pueden despertar talentos en los niños que de otra manera es difícil florezcan, y pueden quedar enterrados en una educación musical no productiva”.
Otra forma de expresar esto, sería decir que la música estimula la totalidad de nuestras inteligencias. Con éste último plural hago referencia al trabajo de Howard Gadner. Las ideas de Gardner son un excelente punto de partida, no solamente porque son relativamente bien conocidas y aceptadas, sino por su concepción plural que es muy cercana a la forma de pensar de tantos profesores. Haré una pequeña descripción de cada una de las inteligencias que define Gardner y comentaré cómo la música está de una forma u otra conectada con cada una de ellas.

Inteligencia Musical.


Esta es, por supuesto, la primera que nos preocupa. Desarrolla la capacidad de pensar en sonido y en ritmo, y al mismo tiempo percibir y dar significado a la organización de sonidos y ritmos. Esta inteligencia se desarrolla paralelamente al lenguaje, ya que ambas se originan en el oído.
Para su desarrollo es necesario rodearse desde la más tierna infancia de un entorno sonoro musical en el que resalte la musicalidad del lenguaje. Este segundo aspecto es de gran importancia. Aunque los niños desarrollan algunas conexiones en su cerebro al escuchar música en la radio y la TV, sólo comienzan a absorber el lenguaje a un nivel más profundo si se les habla directamente con versos, juegos de manos, movimientos expresivos y canciones. Su “lenguaje musical” comienza a desarrollarse de la misma forma que al escuchar el lenguaje hablado, imitan y repiten y enriquecen su vocabulario.
Más adelante ganarán elocuencia sintiéndose cada vez más cómodos con la incipiente gramática y sintaxis de la música si la practican de alguna forma. Carl Orff dice de una manera simple.”Para aprender música, haz música”, explora, juega, improvisa, intenta cosas nuevas. El pensamiento musical crecerá más profundamente al poner las ideas en un tambor, xilófono, flauta u otro instrumento, y participar en la conversación de una manera activa, y florecerá aún más al hacer música en un conjunto, participando de la totalidad expresiva del lenguaje musical.
La música es, por supuesto, el ingrediente principal de la inteligencia musical, pero este ingrediente perderá sus proteínas si no se alimenta por el tubo adecuado. Esta es la razón por la que fracasan tantos programas de música y tantas lecciones, en las que no se potencia la creatividad, la improvisación, la música de conjunto y el verdadero entendimiento y el disfrute de este lenguaje.

Inteligencia Lingüística.


Esta inteligencia piensa, habla, percibe significados y crea significados a través de un medio: la palabra. Sus signos incluyen la capacidad de escuchar el lenguaje, sus ritmos, rimas, sonidos, su métrica…
Un buen “solo” de jazz se puede sentir como si te contara una historia, mientras que una buena conversación se puede describir como una “jam sessión”. El lenguaje y la música tienen una raíz común en el oído y su relación está patente en otras manifestaciones -discursos, canciones, teatro musical, óperas y de una manera sutil en su vocabulario común de métrica, línea, fraseo y entonación.
La clase de música es un verdadero taller lingüístico: escribimos canciones, recitamos rimas y poesías, jugamos con fonemas, marcamos con palmadas las sílabas y acentos de palabras, contamos cuentos y discutimos su significado y expresamos verbalmente nuestras experiencias prácticas. Al ser estas actividades prácticas y divertidas a veces ni los alumnos ni los profesores nos damos cuenta de la profundidad del trabajo lingüístico que estamos realizando. (Aspectos que expongo en mis libros A Rhyme in Time y Name Games).

Inteligencia Lógico-matemáticas.


Esta inteligencia filtra el mundo a través de esquemas, modelos, números, operaciones concretas e ideas. Su intención es ordenar nuestra experiencia, buscando diseños y estructuras que unifican el caos aparente.
Todo el mundo sabe que los músicos son a menudo buenos matemáticos y viceversa ¿Por qué?
La música por naturaleza es matemática sonora, dividiendo el tiempo en unidades con una precisa relación entre sí, creando orden desde el caos del sonido, unificando estructuras, creando motivos y haciendo operaciones concretas con aquellos (cánones, fugas, contra-temas, variaciones…) Cada aspecto de la música se puede describir de una manera numérica. Un análisis de la canción ”Ah je vous dire maman” podría ser : El tiempo es 112 en el metrónomo, el compás 4/4, la melodía consiste en negras y blancas, cada frase tiene una duración de 8 pulsos y hay tres frases distintas ordenadas con la estructura “abccab”. Esta versión está en la tonalidad de “La mayor”, con el “la” afinado a 440 hercios, la melodía comienza con un intervalo de quinta ascendente, toda la canciones mueve en el ámbito de una sexta, se puede acompañar con los acordes del primer, cuarto, quinto grado… etc.”.
¿No es la música un estimulante para nuestro potencial lógico-matemático?
A los niños el uso de instrumentos les ayuda muchísimo a manipular físicamente estos esquemas musicales, del mismo modo que jugar con rompecabezas y construcciones, ya que esta inteligencia se origina en el mundo físico de los objetos y se construyeron la manipulación de éstos. Aprender secuencias de percusión corporal y danzas, si además les hacemos descubrir su esquema, también es muy enriquecedor para nuestra inteligencia lógico-matemáticas. Y así el análisis, otro componente clave de música, ayuda a la maduración musical y de la lógica en general.

Inteligencia Visual-espacial.


Ésta es la habilidad de pensar en imágenes, de percibir y crear significado en color, figura y forma, de orientarse en el espacio.
A primera vista, podemos pensar que una inteligencia que se origina en la visión y trata sobre el espacio tiene poca conexión con la música que se origina en el oído y trata sobre el tiempo. Pero ya he mencionado las investigaciones de Gordon Shaw y Frances Rausher en la Universidad Irving que indican que simplemente escuchar música de Mozart ayuda al desarrollo de las percepciones espaciales de los niños pequeños.
Si solo escuchando música de Mozart ocurre esto, es fácil imaginar cómo las experiencias instrumentales potencian esta inteligencia, trasladando sonidos abstractos a intervalos precisos y formas en el espacio, así como sentir la longitud de 16 pulsos para improvisar, saltar de una octava a otra en un piano o bailar libremente en el espacio para volver a un punto inicial. La orientación espacial se consolida también experimentando los diseños kinéticos bailando danzas tradicionales.
En la clase de música también pueden hacerse experiencias de trasladar el espacio al tiempo, y viceversa. Un ejemplo sería la improvisación musical de los niños basada en el movimiento de sus compañeros, o dibujar una danza en símbolos. Este tipo de extrapolación entre diferentes medios que ocurre en las clases es para mi la esencia de la idea que la música ayuda a crecer nuestra inteligencia general.

Inteligencia Kinestésica.


Esta inteligencia se caracteriza por la capacidad de manejar objetos con destreza y dirigir los propios movimientos corporales, ver significado en el gesto, y percibir e imitar la danza. Hay una frase maravillosa de Dee Coulter que dice: “usar el cuerpo como una fuente de conocimientos”. Esto significa pensar a través del movimiento, hablar con gestos, conocer por el tacto. Aquí la conexión con la música es muy clara: simplemente no puedes tener éxito en ella sin conocer tu cuerpo. Cuando los niños aprenden técnica instrumental, a colocar su cuerpo para cantar, a cubrir los agujeros de una flauta dulce sin necesidad de mirar, y sintiendo con los dedos, a responder a los gestos faciales de su profesor o director, están ejerciendo su inteligencia kinestésica.
El Orff-Schlwerk insiste en la necesidad de la experiencia musical a través del cuerpo. ¿Cuántos programas de música insisten en que los estudiantes dejen los instrumentos y bailen una frase? ¿Cuántos consideran el cuerpo como la encarnación del sonido y fuente de conocimiento, y como un instrumento de expresión cinética independiente del acompañamiento musical? Una de las contribuciones más importantes del Orff-Schulwerk es conocer la profunda conexión existente entre la música y el movimiento.

Inteligencia Intrapersonal.


Esta es la inteligencia relacionada con el crecimiento personal. Se desarrolla con la recepción del constante bombardeo de información que nos rodea y con la percepción de las respuestas habituales, la localización y la denominación de las emociones, siendo capaces de ver cómo nuestro comportamiento afecta a otros, sabiendo fijarse metas personales, y en general acercarse a ser cada vez más consciente. Parte de este crecimiento personal consiste en detectar atracciones y repulsiones, gente, héroes de ficción y admiración o desdén.
La música nos provee de otras pistas acerca de nosotros mismos a través de nuestras inclinaciones. Este proceso está latente de una manera más evidente en los años de la adolescencia en las que unos se identifica con rap, grunge, heavy-metal, etc. Como una forma primaria de auto-crecimiento.
Un buen programa de música añade mucho a la limitada oferta de los principales medios, acercando a los niños a otras “personalidades”: Duke Ellington, Mozart, música folclórica, gamelán, taiko…
Un individuo sano se construye mediante la identificación con los personajes de los cuentos y de sus músicas, pero también al contar su propia historia en la improvisación y la creación. Por eso las clases de música colectiva en las que los niños realizan trabajos de grupo añaden además, la constante oportunidad para los niños de compartir abiertamente delante de otros cualidades íntimas de uno mismo, lo que les lleva al auto-conocimiento y desarrolla su autoestima.

Inteligencia Interpersonal.


Esta inteligencia se enfoca hacia otras personas, activando nuestra capacidad de percibir, reaccionar y empalizar con estados de ánimo, sentimientos y necesidades de otros y desarrollar un sentido de comunidad.
Una vez más, el simple acto de hacer música juntos es un modo primario de despertar y fortalecer esta inteligencia. ¿Por qué? Porque la música requiere un 100% de participación en el grupo para que sea un éxito. A menudo digo a mis alumnos que si 20 estudiantes están dibujando y uno hace una obra maestra y otro una “chapuza”, la obra total no se ve afectada, pero si 19 están cantando y bailando magníficamente y uno solo desafina o ha perdido el paso, el resultado es un desastre.
Además de las exigencias propias de la música, atención y colaboración en grupo, no hay mayor placer que el sentimiento de escuchar la propia voz como parte del océano sonoro de un coro, los pasos sincronizados con los otros en una danza tradicional, el instrumento individual mezclado en la textura de grupo. También Orff añade la creación en grupo. Cualquiera que haya sido testigo de unos niños en un proceso de creación común, creando pasos para una danza o una pieza de música, habrá percibido como se ejercitan y revitalizan las habilidades sociales.

Inteligencia Espiritual.


Cuando empecé a escribir acerca de la aplicación de las ideas de Gardner a la educación musical, pensé en añadir a la lista la inteligencia espiritual. Más tarde comprobé que Gardner mismo había descrito algo muy similar. Esta inteligencia se refiere a la creencia de estar conectando con un mundo invisible.
Si la música nos ayuda a conectar con nuestros ritmos propios, canciones internas y sentimientos, y del mismo modo nos ayuda a conectar con nuestros compañeros músicos y la comunidad que nos escucha, también nos puede poner en contacto con un mundo invisible. Un mundo que se siente, presencias de ancestros, espíritus o dioses. Si pudiera ver el cerebro de alguien que está haciendo música y danzando una samba lo imagino activado profundamente: manteniendo un ritmo a la vez que se escuchan las relaciones con los otros ritmos y se comprenden, observando el efecto de los movimientos de la danza, escuchando el significado del texto y la melodía de la canción… Pero también con la respuesta emocional de ser parte de un grupo, de sentirse unido a la comunidad. Estas son Prácticas en las que, a menudo, emocionan y a veces hasta se siente la presencia de un mundo espiritual.

Conclusiones

  • En algún sentido, las inteligencias se pueden pensar como filtros diferentes a través de los que experimentamos el mundo. También ocho lenguajes para expresar esta experiencia, el lenguaje de los sonidos, las palabras, las ideas, las imágenes, el movimiento, el sentimiento, las relaciones y los estados de consciencia. Una educación que se tome estas ideas seriamente ayudará a los niños a hablar y pensar con todas ellas. ¿Por qué entonces unos magníficos escultores y otros elocuentes oradores? a pesar de las inclinaciones personales hacia una inteligencia preferida, profundizamos más en ésta si trabajamos la gramática básica de cada una de ellas. Gardner insiste en que cada una tiene su razón de ser y de su identidad, y la experiencia real de las inteligencias es fluida e integral. Si buscamos referencias en nuestro propio lenguaje vemos que artistas, poetas, bailarines, músicos y matemáticos hablan igualmente de línea y forma. El psicólogo, el pintor y el compositor coinciden al hablar de equilibrio, complemento, ritmo y textura. Colores, sentimientos y timbres instrumentales pueden ser cálidos o fríos; líderes, maestros de Zen y músicos hablan de armonía. Cada una de estas palabras tiene un significado ligeramente diferente cuando se usa en el contexto temporal de alguna de las inteligencias, pero necesitamos saber cómo los significados específicos pueden conectarse.
  • Hemos visto la conexión natural de la música con otras inteligencias y algunas indicaciones acerca del impacto favorable de un buen programa de música en el desarrollo de la inteligencia de los niños. Así como esta reflexión puede ser útil, también puede serlo desde otro punto de vista, si pensamos en cómo el conocer la relación entre inteligencias, puede ayudarnos a enseñar música mejor. El niño que no entiende muy bien a través del oído puede entrar en la música a través de una ayuda visual. El niño que no disfruta con la simple confluencia de sonidos bonitos, puede motivarse por los aspectos sociales de hacer música en conjunto y llegar a amarla profundamente. Otro niño puede frustrarse ante la matemática musical, pero comprender aspectos concretos de ésta a través del movimiento.
  • Con frecuencia nos aproximamos a la música a través de un único y estrecho camino, atrayendo solamente a los que se sienten cómodos en él y rechazando a los demás. El éxito de algunas metodologías e ideas pedagógicas de este siglo, Dalcroze, Kodaly y Orff, entre otros, reside en su insistencia en experimentar música desde ángulos variados y de muchas formas diferentes. Este acercamiento multidimensional no solo ayuda a cada niño a tener éxito, sino que fortalece la comprensión de la música al obtener la información por vías muy distintas. Un niño que puede andar con un pulso, dibujarlo, describirlo verbalmente, escucharlo, sentirlo, leer su anotación y contarlo, tiene una experiencia mucho más profunda que aquel que simplemente sabe contarlo.

¿NOS HACE LA MÚSICA MÁS INTELIGENTES?

La respuesta no la tiene el científico del laboratorio, sino el profesor de música inspirado que conduce a sus alumnos a través del laberinto de las inteligencias múltiples, cuyo último objetivo no es obtener mejores puntuaciones en matemáticas ni elevadas capacidades de razonamiento, sino cultivar la totalidad del ser humano.

*¿Nos hace la música más inteligentes? Goodkin, Doug (1999) en Rev. Orff España, vol. 1. Asociación Orff España Madrid
Traducción: Sofía López-Ibor

Artículo extraído del blog «Música, Educación y TIC»

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